Ceder TikTok permite a China proyectar pragmatismo y voluntad de negociación. No es una derrota, es una victoria. Así también lo entendería el Robert Redford de “El Golpe”

Hay expresiones que, sin ser refranes de manual, resumen con precisión la picardía política: “declarar dos y pasar tres”. Es decir, aparentar una concesión menor mientras se avanza en lo que realmente importa, como quien maquilla las cuentas o juega con cartas marcadas. Algo propio de trileros de feria, pero también de los grandes estrategas de la geopolítica. Robert Redford lo encarnó en El golpe, película que retrata cómo la astucia puede más que la fuerza bruta.
La noticia de la semana pasada parecía, a simple vista, un triunfo estadounidense: TikTok habría aceptado vender sus operaciones en Estados Unidos. El expresidente Donald Trump se apresuró a celebrarlo como una victoria, después de cinco años de resistencia china a cualquier exigencia de desinversión, denunciada reiteradamente por Pekín como discriminatoria.
Sin embargo, analistas internacionales advierten que no se trata de una rendición, sino de una concesión calculada desde una posición de fuerza. Lily Kuo, jefa de la oficina de The Washington Post en Pekín, lo explicó con claridad: TikTok se ha convertido en una ficha de negociación relativamente menor dentro de un juego mucho más grande. Para China, ceder en este punto libera espacio para negociar lo que realmente importa: aranceles, tecnología y Taiwán.
Ahí es donde el dicha cobra sentido. China declara dos y pasa tres: entrega una aplicación mediática a cambio de margen de maniobra en asuntos estratégicos. El gesto permite a Estados Unidos exhibir un logro inmediato —“hemos doblegado a Pekín”—, mientras China conserva intactas sus prioridades fundamentales.
Lo interesante es cómo ambas partes usan la narrativa para sus fines. Para Washington, TikTok es el símbolo perfecto de la amenaza tecnológica china, y cualquier cesión se vende como victoria. Para Pekín, TikTok es apenas un peón sacrificable. La partida real se libra en los chips de última generación, en la inteligencia artificial, en las cadenas de suministro de minerales estratégicos, y en la línea roja más sensible: Taiwán.
El paralelismo con El golpe está servido. En la película, Redford y Newman engañan al villano haciéndole creer que controla la situación, cuando en realidad está atrapado en una elaborada estafa. Aquí, Pekín permite que Estados Unidos se declare vencedor en una batalla menor, mientras se reserva las cartas decisivas para las negociaciones que marcarán el equilibrio global de poder.
La maniobra tiene otra lectura: en política internacional, la percepción importa tanto como la realidad. Ceder TikTok permite a China proyectar pragmatismo, incluso voluntad de compromiso, justo cuando necesita bajar la tensión en varios frentes. A la vez, la medida refuerza el discurso nacionalista: si el precio de preservar el acceso a tecnología crítica y reducir la presión arancelaria es entregar una red social, que así sea.
¿Quién pierde entonces? Probablemente el ciudadano común, que cree que el pulso global se resuelve con videos virales, cuando en realidad se juega en laboratorios, puertos y despachos donde se deciden inversiones multimillonarias. TikTok es, en este tablero, la carta que distrae.
El dicho, repetido con sorna en la jerga popular, vuelve a cobrar vigencia: “declarar dos y pasar tres” no es un truco de feria, sino un arte político. Mientras unos celebran haber cazado la liebre, otros ya están cocinando el banquete. Y en este pulso entre Washington y Pekín, todo indica que los chinos han aprendido bien la lección de los grandes pillos del cine: ganar no siempre es cuestión de fuerza, sino de saber mover la bolita en el momento justo.
Publicado en El Comercio.