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Sobre China y otras lindezas

Trump, Harvard & Mao, La Nueva Trinidad.

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Un «momento Kodak» se refería a una situación memorable, conmovedora o emotiva que merecía ser capturada en una fotografía. Esos momentos eran conocidos mundialmente. Sin embargo, en 1975, el ingeniero Steve Sasson, que trabajaba en Kodak, inventó la primera cámara digital y de paso daría pie al peor momento Kodak de la historia de la compañía. Este hito tecnológico permitía tomar fotografías sin necesidad de película, que es lo que Kodak se hartaba de vender. Sasson había anticipado el futuro,pero su compañía estaba anclada en un pasado, del que no se quería, o podía, liberar.

-—»Las fotos impresas han estado con nosotros por más de 100 años, nadie se quejaba de ellas, eran muy económicas, así que ¿por qué alguien querría mirar su foto en una pantalla de televisión?» –le contestó la dirección de Kodak

Lo que vino después es de sobra conocido. Prohibieron a Sasson hablar de la cámara digital con nadie fuera de la compañía. Uno de los peores bochornos empresariales estaba a punto de llegar. Cambiaron los gustos del público, y las cámaras digitales se pusieron de moda, mientras Kodak seguía vendiendo películas. La empresa se fue a la quiebra y se vio obligada a cerrar en 2012. Le había llegado su “Momento Kodak” más infeliz.

El cierre de las universidades en China durante la Revolución Cultural (1966-1976) fue una medida impulsada por Mao Zedong. Para él, la educación superior no era más que un generador de intelectuales burgueses contrarrevolucionarios. Así que se cerraron las universidades durante este período, reabriendo de forma limitada a partir de 1970 con criterios de selección basados en la procedencia de clase, la devoción revolucionaria y las conexiones con el partido comunista. No fue hasta 1977, que se restableció el examen nacional de ingreso a la universidad (gaokao), y volvió a imperar un sistema de méritos. Este es el “Momento Mao” en relación a la educación superior. No obstante, el presidente Mao se distinguió por regalarnos muchos otros momentazos, como el magnífico Gran Salto Adelante, por el que el se fundieron cacerolas, y todo tipo de instrumentos caseros de acero, porque el gran y hermoso objetivo era que la industria pesada china sobrepasase a la británica.

Cuando hablaba de «bárbaros» en «China para los nuevos bárbaros», lo hacía para llamar la atención sobre cierta ignorancia, de la que hacemos gala, cuando hablamos sobre China. Parecía oportuno también apoyarse en una palabra de larga tradición. Pero lo que nunca pensé es que tendría que hablar de barbaridades.
En efecto, la primera y única vez que Homero usó la palabra «bárbaros» en la Ilíada, lo hizo para calificar al pueblo de los carios, de los que dice que tenían bárbaro lenguaje. No está claro si se refería a que pronunciaban el griego con acento extranjero, o si era su lengua caria, la que era muy extraña a oídos griegos. De ahí que Homero acuñara esa palabra Bar-bar-o, repitiendo dos sílabas, que es como los griegos imitaban el sonido de esos extranjeros carios. Posteriormente, la palabra se fue cargando de otros significados, para terminar, designando cualquier tipo de atrocidad.
Sin lugar a dudas, la embestida de la Administración Trump contra una de las mejores universidades del mundo no puede sino granjeare el calificativo de barbaridad. La semana pasada prohibió a dicha Universidad inscribir a estudiantes internacionales, alegando un supuesto adoctrinamiento izquierdista y antisemitismo. También ha revocado visados estudiantiles. Y además, por si lo anterior fuera poco, ha exigido a las universidades que entreguen información sobre los estudiantes que han participado en protestas estudiantiles.

 

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Lo que se quiere ni más ni menos es que Harvard no admita a estudiantes extranjeros. La medida dejaría a 6.500 estudiantes fuera de la universidad. A ello se suma, la privación de no contar con el mejor talento internacional, así como el daño que se inflige a lo que es y ha sido el espíritu americano. Más que nunca se va a quedar petrificada La Estatua de la Libertad. La medida ha sido, por el momento, bloqueada temporalmente el viernes pasado por un juez de distrito. No sería, sin embargo, la primera vez que la administración Trump se salta un mandato judicial. El caos está servido.
La situación es tan grave que Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, y que fue nombrado por el propio Trump, no ha podido callarse. Por ello, al dirigirse a los estudiantes de la universidad de Princeton en su reciente discurso de graduación, les recalcó que las universidades americanas son la envidia del mundo y un activo crucial, para continuar liderando en innovación científica y dinamismo económico.
El propio Powell ha sido blanco de las más ácidas críticas por parte del presidente Trump, porque no accede a bajar los tipos de interés, que mantiene entre el 4´25% y el 4´5%, con objeto de contener la inflación. Es por ello que el presidente Trump lo ha calificado de “Míster demasiado tarde”, y sin empacho ninguno, también de “Gran Perdedor”.
El resto del mundo observa atónito cómo se intenta desmantelar el sistema universitario americano, que ha sido uno de sus polos de atracción y uno de los baluartes del éxito económico y tecnológico americano durante el siglo XX, y lo que llevamos del XXI.
«Si piensas que la educación es cara, prueba la ignorancia», respondió Oriaku, nuestro chófer nigeriano, a mi colega Juan Gordon en Lagos, en 1992, cuando este le comentó que le resultaría muy caro llevar a sus hijos a Harvard. «Harvard, Harvard»—repetía Oriaku—«es el único motivo por el que me deslomo a trabajar».

En esta línea de recoger las migajas de lo que otros no quieren, el gobierno de Hong-Kong ha hecho un llamamiento a las universidades hongkonesas para que atraigan ese talento extranjero que América quiere rechazar ahora. Los chinos no pueden sino esbozar una sonrisa, porque ellos ya vivieron su salvaje arremetida contra sus universidades durante la Revolución Cultural, y saben que no es nada beneficioso para el país. América está viviendo sus propios Momentos Mao, que quizás pronto se rebauticen, como Momentos Trump, al igual que se pretende que al Golfo de México, se llame Golfo de América.La suerte está echada, y puede que pronto se imponga El nuevo espíritu del mundo, del que habla el periodista Esteban Hernández.

 

Este artículo fue originalmente publicado en The Conversation ES bajo el título Trump vive su “momento Mao” en su embestida contra Harvard

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