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Sobre China y otras lindezas

BTS, Parásitos, El juego del calamar, no son fenómenos aislados, sino parte de lo que se conoce como la ola coreana (Hallyu). Toda una estrategia de venta de un país, Corea.

Canto de la rocasolitaria (詠孤石)
La roca solitaria se eleva imponente a los cielos,
y desde el lago plácido, contempla el mundo.
Sin descanso, persevantes, las olas golpean su base,
mientras las ramas de los árboles, tiemblan al viento…

廻石直生空平湖四望通
岩根恒灑浪樹杪鎭搖風…

Fragmento de un poema, escrito en caracteres chinos, por el monje Chong del Reino coreano de Goguryeo
(37B.C.–A.D. 668).

“Si no conoces a BTS, probablemente has estado viviendo debajo de una roca” decía en 2021 la página oficial del Libro Guinness. En septiembre del mismo año, añadía escuetamente “Los chicos están en el libro”, para anunciar la merecidísima inclusión de la banda, en el codiciado Salón de la Fama del Libro Guinness de los Récores 2022, por haber batido nada menos que 23 de ellos.

BTS es sin duda el grupo de música más escuchado del mundo, y por si fuera poco es el primer grupo, desde los Beatles, en tener en menos de 6 meses, tres canciones en el top nº 1, como dijo Stephen Colbert en su programa The Late night show (8´15”), entrevistando al mismísimo Paul McCartney.

Pero Corea no sólo está revolucionando el mundo de la música con BTS, el quinteto de chicas Red Velvet, Girls Generation, Blackpink, y tantos otros, que conforman lo que se conoce mundialmente como K-pop (Korean-pop), sino que ha puesto patas arriba a la industria del entretenimiento en general, y al mundo del anhelado softpower en particular , por el que China y Los Estados Unidos también se dan de bofetadas.

El caso es que el K-pop no es más que una parte (de una gran tsumani, sólo que la ola, esta vez, es coreana, y no japonesa, ) de lo que ha sido bautizado, como Hallyu (La ola coreana), a saber, el ávido interés internacional por la cultura popular coreana, tal y como aparece representada en su cine, televisión, moda, cocina, y por supuesto en su música. Un detalle más, las palabras K-pop y hallyu no sólo han sido admitidas en el Oxford English Dictionary, junto a otras 24 palabras coreanas, sino que además ninguna lengua del mundo había tenido antes el privilegio de incluir, de un solo golpe, 26 palabras de la misma lengua en el mismo año, tal y como comentó a NPR Jeiun Kiaer, profesor asociado de lingüística de la universidad de Oxford.

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Fueron los chinos quienes primero dieron cuenta del fenómeno, al encontrar sus pantallas inundadas de telenovelas coreanas (K-drama) durante la década de los noventa, de modo que ciertos medios del Gran Dragón lo denominaron Hánliú, que proviene de que Hán(), en chino, significa Corea o coreano, y liú(), corriente, tendencia. Lo llamaron así, porque en principio debieron pensar que sería una moda pasajera, pues Corea del Sur nunca antes había producido una cultura popular exportable, que fuese bien recibida, ni en China, ni en ningún otro país de Asia. (The Korean Wave: Retrospect and Prospect, 2017, Dal Yong Jin, Tae Jin-Yoon). Además, ambos países apenas acababan de restablecer relaciones diplomáticas en 1992. Así que cualquier cosa proveniente de ese pequeño país del Noreste, era para los chinos una curiosidad, una moda que pronto pasaría. Nada más erróneo.

Una prueba más de la importancia que ha adquirido el Hallyu, y de cómo la pequeña Corea del Sur, conocida también como El País de la Mañana en Calma, está empeñada en demostrar a los gigantes, chino y americano, que el tamaño no importa, es que desde 2013 el mundo ya cuenta con una World Association for Hallyu Studies, donde se analiza el fenómeno, desde todos los puntos de vista, pues hay quien considera, como Euny Hong, que la ola coreana es el cambio de paradigma cultural más importante, y más rápido, de la historia moderna (The Birth of Korean Cool: How one nation is conquering the World through pop culture, pág.4, 2014).Por supuesto, la sede de la Asociación está en Seúl.

La Hallyu es hoy un fenómeno global, no coreano, del que claramente la parte del león, se la lleva Corea. El primer dato es que en 2020 el número de fans Hallyu superó la barrera sicológica de los 100 millones, pero es que en el nuevo informe de 2022 de la Korean Foundation, han contabilizado 156.6 millones, es decir, que los fans se han multiplicado por 17, desde que se publicara en 2012 el primer informe Hallyu, que contabilizó tan sólo 9.26 millones de fans, diseminados por 86 países, frente a los 116 de hoy en día. Pero es que además el gobierno coreano lo tiene claro, y lo mide.

Refresquemos la memoria. 2012 fue el año en el que irrumpió en la escena mundial la pegadiza Gangnam Style del rapero, Psy, cuando apenas BTS estaba empezando. El video de Gangnam Style ingresó en el libro Guinness, porque fue el primer video en youtube, que superó los mil millones de visitas. Hasta 2018 había en el mundo 84 millones de fans de Hallyu, incrementándose a un ritmo de 22% anual. Ese es el año en que definitivamente BTS explota en USA, pues la banda consiguió colocar dos álbums en el top list de Billboard 200. A partir de ahí, su fama ha crecido exponencialmente, al mismo tiempo que lo ha hecho el número de fans de Hallyu. Sin duda, también ha contribuido a este aumento que la serie El juego del calamar haya reventado el mundo de las series, colocándose como más vista en toda la historia de Netflix, o que en 2020 la película Parásitos hiciera historia, convirtiéndose en la primera cinta de habla no inglesa en llevarse el Oscar a la mejor película.

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¿Cómo es posible que haya tanto furor por la música y la industria del entrenamiento de un país tan pequeño? ¿Cómo uno de los pulgarcitos de Asia le ha robado la merienda a países tres veces más grandes, como Japón, o 90 veces más grandes, como China y los Estados Unidos, es de esas cosas que se explican sólo a través de una exclamación ¡Pero qué diablos han hecho! Pues tenían un plan, y junto al plan, algo muy importante, que no siempre va automáticamente aparejado, continuidad.

Corea tenía un plan para hacer de Korea una nación cool, ligado a lo que los autores Vincenzo Cichelli y Sylvie Octobrehan llamado el síndrome Parque Jurásico. El 17 de mayo de 1994, El Consejo Consultivo Presidencial para la ciencia y la tecnología de Corea del Sur presentó un memorándum, titulado Plan estratégico para el crecimiento de las artes visuales de alta tecnología, en el que se constataba que Parque Jurásico de Spielberg, había facturado en un año 850 millones de dólares con un presupuesto de tan sólo 65 millones. Y se señalaba en el documento que esos ingresos serían equivalentes a los ingresados por la venta de 1´5 millones de vehículos (Contemporary cultural diplomacy in South Korea: explicit and implicit approaches, Kang 2015), pero el caso es que en esa época, Corea del Sur no exportaba más que 700.000 por año.

Estos datos marcaron un punto de no retorno en lo gobiernos coreanos, y por ello, Cichelli y Octobre hablan del síndrome Parque Jurásico, y que desde ese momento la cultura pasó a ser considerada otra mercancía más, para la que cuenta su valor de cambio más que su valor de uso, y que por tanto, era prioritaria para el PIB del país. Por eso saben que la contribución de BTS al turismo en Korea es de 800.000 turistas anuales, desde que la banda comenzó a ser conocida en 2013, lo que representa el 7´6% del total de los 10.4 millones de turistas, que visitaron Korea en 2017. El informe Economic Effects of BTS, publicado en 2018 por el Hyundai Research  Institute señala que la economía coreana ingresa gracias a BTS 3.670 millones de dólares, y que el grupo genera un valor añadido de 1.260 millones.

¿Qué más explica el éxito de los productos culturales coreanos? La verdad es que los mecanismos intrínsecos que producen lo que definimos como éxito, en todos los campos, permanecen ocultos, y lo único que podemos hacer son aproximaciones descriptivas, más o menos acertadas.

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En primer lugar, la eclosión de cultura popular coreana no podría haber tenido lugar sin la cultura popular americana, ni tampoco la japonesa, tal y como ésta irrumpió en la escena mundial en los años ochenta. Habiendo dicho esto, el modelo de expansión cultural coreano parece estar subvirtiendo el paradigma cultural dominante, pues antes eran los productos culturales de las grandes potencias, los que eran consumidos por los países de segundo rango económico. Hoy en día son los grandes países los que están consumiendo a mansalva productos coreanos. Es lo que se ha llamado la multiplicidad descentralizada (Media on the move: global flow and contra-flow, Kim Youna, 2007).

Segundo, el modelo coreano de poder blando también es particular, porque a pesar de haber imitado los modos de producción americanos hasta la saciedad, no busca vender sus productos a través de la difusión del American way of life, intentando adaptar los gustos locales a los productos americanos. Y también se aleja del modelo japonés, que busca adaptar los productos japoneses a los mercados de los países, desproveyéndolos de características japonesas (mukokuseki), de japoneidad, lo que se ha llamado glocalización (dochaku). Los coreanos, por el contrario, hablan de mugukjeok, esto es, de vender productos que tienen características globales, pero sin renunciar a darles algunos toques de cultura coreana. Esto es debido a que no hay ningún pasado, al que prefieran no hacer referencia. Todos sus productos acentúan la harmonía.

Esto no quiere decir, que sean completamente inodoros e inocuos. Los grupos de música de la Hallyu poseen una potentísima red de fans, llamada ARMY en el caso de BTS, que a diferencia de los fans tradicionales, están perfectamente organizados y coordinados, por lo que actúan de motu propio, se podría decir, ya que se embarcan en acciones decididamente políticas, sin que sus estrellas hayan explícitamente abrazado dicha acción en particular, o una causa más general. Lo probó en sus carnes Donald Trump, cuando ávido de reanudar sus mítines electorales en su carrera a la reelección presidencial, convocó un mitin en Tulsa, Oklahoma, y los fans de BTS reservaron en masa tickets para asistir, y luego no se presentaron. El jefe de campaña de Trump, Brad Parscale, comentó en su cuenta de twitter, que se habían vendido más de un millón de asientos, cuando según los bomberos locales, la asistencia final fue de tan sólo 6.200 personas. Otro ejemplo es cuando conjuntamente los fans de Blackping y de BTS inundaron el hashtag republicano #ImpeachBidenNow hasta inutilizarlo por completo. ¿Estamos ante una nueva forma de activismo político, creado de la manera más inusual, y claramente más efectivo que el kumbayá hippy de los sesenta?

En tercer lugar, los productos culturales coreanos no llevan aparejados ningún tipo de poder duro militar, como ha sido el caso de los Estados Unidos, tras la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Ni tampoco quieren borrar un pasado turbio, como es el caso de la locura imperialista japonesa de la época. Tal es la fuerza del poder blando, que se desconoce que Corea del Sur es la sexta potencia militar del mundo.

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El caso es que con los números de la industria del entrenamiento en la mano, tenemos Corea Kool para rato, y que su posición dentro de la encarnizada batalla del poder blando mundial será por un tiempo a prueba de balas, como si el nombre del icono coreano del momento, BTS, que ya presume de tener un Menú McCdonalds con su nombre, hubiese sido premonitorio del éxito que están cosechando todos los sus productos culturales, ya que BTS es el acrónimo de Bangtan Sonyeondan, que se traduce por Boy Scouts a prueba de bala.

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