La grafitera afgana, Shamsia Hassani, se bate el cobre a brochazo limpio contra los talibanes.
Las artes, como las palabras, vuelan por encima de las realidades que encarnan. Es difícil que encarnen toda la realidad, que la realidad tiene. Pero en algunos casos, lo consiguen, o por lo menos, crean una realidad paralela, tan potente, que compite con la misma realidad, confiriéndole a ésta, otra dimensión.
No sabría muy bien decir cuál sería el caso de Shamsia Hassani. Probablemente, sea de esos raros casos, en que se producen las dos cosas. Refleja bien la realidad, al tiempo que nos sumerge en un mundo paralelo, que apela a esa despensa, donde guardamos la última galleta de esperanza. La esperanza es siempre bonita, incluso cuando sabes que eres el perdedor –dice Hassani en el post a una de sus obras, esa en la que un avión de papel amaga perseguir a un caza.
Está muy clara la realidad que denuncia. Al mismo tiempo, sin embargo, si hiciéramos la ficción de que lo que está ocurriendo en Afganistán, no estuviera ocurriendo, sus obras seguirían cargadas de significado y ensoñación. Con unos pocos elementos de color, especialmente cierto celeste turquesa, y un personaje de mujer sin boca, y largas pestañas, repetida hasta la saciedad, haciendo cosas sencillas, Hassani nos lleva, nos transporta.
No puede ser más sencilla la imagen del twitt, que Hassani titula La Ventana de nuestra casa. Es esa misma chica, de las pestañas largas, sin boca, que se lleva bajo el brazo la ventana de su casa, a través de la que se ve al fondo una ciudad, alumbrada de turquesa, y en la que esa chica, parece estar diciendo, ¡mantenga sus pertenencias vigiladas en todo momento, incluidos los sueños!
Hay más turquesa, y más aviones, en el billete de 1$ roto de Hassani. Todo sigue volando por encima…